08 octubre 2005

Leer

No hay libro que merezca la pena leer a los diez años que no sea digno de ser leído (y con frecuencia mucho más) a los cincuenta - excepto, claro está, los libros informativos -.
C.S. Lewis: De este y otros mundos. Ensayos sobre literatura fantástica.


Me apunto esta frase. Me la grabo a fuego en el corazón para el próximo que me mire de forma despectiva al verme disfrutar de las aventuras de Eustace, Lucy, Reepicheep y tantos otros en las tierras de Narnia. Para el próximo que me diga que estoy mayor para seguir las peripecias del joven Potter en Hogwarts. Para el que se atreva a esbozar la consabida sonrisita de desdén al verme embelesado (otra vez, y ya van tantas) en la Tierra Media.
¿Cómo podemos pretender que los chavales sientan interés sobre esos libros que les recomendamos en clase si nosotros ni siquiera los hemos leído? Creo que existe la falsa concepción de que hacerse adulto significa abandonar el mundo de la infancia. Y no debería de ser así. No debemos crecer como un tren que abandona una estación para encaminarse a otra sino como los árboles, permitiendo que cada nuevo anillo de nuestro tronco abraze a los anteriores, protegiéndolos y haciéndolos formar de la parte más íntima de nuestro ser. Y como los árboles, el día que nuestro interior esté seco y muerto, no seremos más que corteza vacía.
Atrevámonos a leer y no recomendemos libros que no nos gusten. Si hay algo tienen los chavales es percepción, y te pillan enseguida cuando les intentas colocar un libro que a tí no te gusta. Para "venderles" un libro, te tiene que haber gustado. O al menos, sé lo suficientemente sincero para reconocer que ese estilo a ti no te va, pero quizás a él le interese.

¡Ah! Y no me vayais de "soy un profe maduro de vuelta de todo con un gran bagaje cultural y eso son chiquilladas" con ellos. Que nos calan desde el principio...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Durante años me han acusado de inmadurez intelectual (que no física... no puedo "ocultar" ciertas partes que saltan a la vista de mi cuerpo) por gustarme y defender la literatura fantástica. Según personas "bienintencionadas" eso está bien para peques que imaginan con ser princesas y caballeros, pero no para una mujer de taitantos... lo divertido del asunto es que esas personas confiesan abiertamente que no leen o como mucho, el Cosmo, el Hola, o algún periódico deportivo ocasional.

Me hubiera gustado mucho, tropezarme con algún profesor que me recomendara ese tipo de libros, en vez de ser "autodidacta".

Por cierto, hace unos días, mi hija mayor me confesó que era mucho más divertido leer "El príncipe Caspian" que jugar con la videoconsola. Creo que por mi parte he cumplido con la nueva generación.

Besos de una maia.

Unknown dijo...

Bienvenida, Wendeling! Me alegra leerte por aquí. Dale un mordisco (cariñoso, eso sí) al gato ese que anda panza arriba de mi parte.
Y respecto a tu hija, felicítala de parte de un profe que no conoce por tener tan buen gusto literario, heredado, sin duda, de su madre ;-)

Javier Albizu dijo...

A mi me dijeron hace tiempo, que era una lastima que desperdiciase mi "talento" escribiendo cosas fantasticas.
Y yo les dije que no desperdiciaba nada. Que lamentaba que no les gustara la fantasaia, pero que trato de sacar lo mejor de mi en lo que escribo. Y eso no puedo hacerlo escribiendo sobre algo de lo que no me gusta leer.

Anónimo dijo...

Mi padre fue el que me inició en la lectura con Julio Verne... cosa que no fue de su total agrado, claro. Luego continué con el Señor de los Anillos... y ahi ya hubieron divergencias insalvables.
Eso si, he conseguido que se leyese Olvidado Rey Gudú (le encantó) y la trilogía de Espada de Joram (hasta le gustó y todo) :p

Anónimo dijo...

Un consejo de un profesor de lengua de secundaria: echadle un vistazo a una trilogía fantástica (por su género y su calidad) de Philip Pullman cuyo primer libro se llama "La Luz Blanca". Estoy seguro de que lo recomendareis a vuestros alumnos después de haberlo leido. Muchas gracias por hacer que no me sienta solo en mi afición por los libros que nos hacen soñar.

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